Según un estudio de la Asociación Española de Pediatría los niños que no desayunan son más apáticos y tienen un menor rendimiento escolar. “Los resultados sugieren que la omisión del desayuno interfiere en la función cognitiva empeorando el rendimiento escolar del niño”, afirman en otro estudio José Antonio Sánchez Hernández y Lluís Serra Majem, de la Cátedra de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
Los niños que toman un desayuno completo (compuesto por leche, fruta e hidratos de carbono) sacan notas más altas, tienen más energía, desarrollan una actitud más positiva y se enferman menos. Además, y de cara a la adolescencia, reducen ese estado de ansiedad que provoca el no desayunar y que puede tornarse en agresividad cuando van creciendo.
El aporte calórico del desayuno debería representar el 25% del total de la dieta del niño, casi igual que la comida (30%) o la cena (30%), repartiéndose el 15% restante entre el tentempié de media mañana y el de la merienda. El cuerpo lleva cerca de 10 horas sin ingerir ningún nutriente, por lo que es fundamental que lo primero que comamos sea algo equilibrado, que nos ayude a compensar las carencias de la noche.
Además, ya se ha comprobado que un desayuno completo es una forma eficaz de combatir una de las grandes plagas de nuestros días: la obesidad infantil. La prevalencia de obesidad es superior en las personas que no desayunan o que lo hacen mal, ya que llegar con demasiada hambre al mediodía suele provocar que se coma peor (más grasas) y más de lo necesario. Si el cuerpo acumula grasas en lugar de quemarlas, algo que suele suceder por la mala distribución de las comidas, se pierde energía y se tiende al sedentarismo. Los datos del Ministerio de Sanidad cifran en un 8,5% la tasa de niños obesos (entre 2 y 17 años) y en un 18,2% la de niños con sobrepeso. Y hay una alta probabilidad de que el niño obeso sea un adulto obeso.
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